Diego De Castro-Korgi
Imaginé
el poema de  nuestra vida juntos;
el
que inventé por años, desde el día lejano
en
que mi mirada hilaste en la red de tus ojos.
Como
una calle larga con un atardecer al fondo,
pasé
por los sitios donde un día estuvimos,
te
vi primero al otro lado de la acera: 
borrosa 
tu  imagen entre las mil cosas de la calle
y
 de pronto cruzaste hacia donde yo
estaba.
El
futuro nunca se sabe, pero algo presiente
el
alma ilusionada y una sola cosa nos brilla 
entre
las mil cosas que nos suceden sin tregua.
Yo
vivo noches todavía recordando el color
enigmático
 de esos ojos que encontré, ese 
brillo
 que nació  y creció en mi campo sediento 
de
noches,   amores 
y anhelos. Y que importa, 
yo
digo,  que importa si esa calle larga
tiene un 
final
 que aún  no veo: ya fue mío ese fulgor, 
ese
rayo  desprendido  de una luna llena evocadora. 
Hay
silencios en las noches  que solo cortan 
suspiros
y latidos de corazones desbocados;
mi
silencio tiene un aura de luz nocturna, un haz 
silencioso,
 un faro con tu luz aún encendida   
Yo  guardé hasta hoy el calor de tus manos 
entre
 las mías,  por esa calle donde el frio nos 
desafiaba,
donde pasamos de largo mil  puertas 
y
ventanas,  tantos pasos lentos y
afanados,  
Tus
manos fueron refugio, coraza y espada 
y
las mías tejieron un lazo y ya no pude, no quise
desatarlo
y en cambio até tus horas a mis relojes, 
y
tu ataste tu luna a mis noches , tu luz a mi ventana, 
tus
sueños de mujer a mi deseo, ataste a mi pluma
tus
hojas  en blanco: las  que llené de letras  
como
se llenan de  recuerdos nuestros días.

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