lunes, 20 de febrero de 2012

POEMA XXIII


Diego De Castro-Korgi





Imaginé el poema de  nuestra vida juntos;
el que inventé por años, desde el día lejano
en que mi mirada hilaste en la red de tus ojos.
Como una calle larga con un atardecer al fondo,
pasé por los sitios donde un día estuvimos,
te vi primero al otro lado de la acera:  borrosa
tu  imagen entre las mil cosas de la calle
y  de pronto cruzaste hacia donde yo estaba.
El futuro nunca se sabe, pero algo presiente
el alma ilusionada y una sola cosa nos brilla
entre las mil cosas que nos suceden sin tregua.

Yo vivo noches todavía recordando el color
enigmático  de esos ojos que encontré, ese
brillo  que nació  y creció en mi campo sediento
de noches,   amores  y anhelos. Y que importa,
yo digo,  que importa si esa calle larga tiene un
final  que aún  no veo: ya fue mío ese fulgor,
ese rayo  desprendido  de una luna llena evocadora.
Hay silencios en las noches  que solo cortan
suspiros y latidos de corazones desbocados;
mi silencio tiene un aura de luz nocturna, un haz
silencioso,  un faro con tu luz aún encendida  

Yo  guardé hasta hoy el calor de tus manos
entre  las mías,  por esa calle donde el frio nos
desafiaba, donde pasamos de largo mil  puertas
y ventanas,  tantos pasos lentos y afanados, 
Tus manos fueron refugio, coraza y espada
y las mías tejieron un lazo y ya no pude, no quise
desatarlo y en cambio até tus horas a mis relojes, 
y tu ataste tu luna a mis noches , tu luz a mi ventana,
tus sueños de mujer a mi deseo, ataste a mi pluma
tus hojas  en blanco: las  que llené de letras  
como se llenan de  recuerdos nuestros días.

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