Tu piel sin fin tiene
perfumes del presente
y mis días aromas de olvidos;
caen hojas desveladas
del árbol que sembramos,
y en mi frente un sol
avanza sobre el mediodía.
Delicado es tu halo
que encierra el encanto
y en mis sueños celestes
hojas verdes aparecen;
el sol hace luz y brillo
las ramas del pasado
y en sus nidos despertamos.
Un sigilo de nácar rompe
los sonidos fríos del día;
es un bálsamo el olvido
que alivia la piel de la vida;
es un relámpago deleitado
inundando las voces del delirio,
llenando de amor las soledades.
El día se instala en azules
y en todos los colores
que ahora nos reclaman;
yo vi en mi espejo
tus destellos reflejados:
el sorbo de verdad destilado,
la luz ardiendo de alegría.
Y la piel del sueño
aquí quedó tendida;
el amanecer deshojó
de delirios las madrugadas;
la luz despertó de su espera
desvelada y una lágrima
en los ojos quedó dormida.
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